Volver a las andadas

Siempre es bonito volver. Dicen que el que vuelve encuentra todo igual, nada ha cambiado, las personas están como las dejó y la rutina es la de siempre. Dicen que quien cambia es el que vuelve. Y en esto hay parte de verdad.

Es bonito volver para quien tiene una familia que le espera, unos amigos que le echan de menos, un trabajo que realizar y una rutina alegre que retomar. Es bonito volver cuando allí donde has vuelto encuentras de nuevo tu sitio y un trabajo que pide compromiso, lucha y dedicación. Es bonito volver si se hace con un proyecto personal y vital que emprender, donde poder crecer en compañia de esa familia y esos amigos que le esperan a uno. Es cierto, toda vuelta es bonita. Aun así, una vez se ha retomado esa alegre rutina surgen nuevos impulsos. Toda vuelta es bonita aunque pueden surgir nuevos horizontes donde depositar la mirada. Toda vuelta es bonita pero el encuentro con otras realidades provocan replanteamientos vitales.

El que vuelve no encuentra todo igual, sabe que su alrededor ha cambiado, que las personas han vivido experiencias y que éstas les han hecho madurar y la rutina es diferente a la que dejó cuando se fue. Se ve diferente por el cambio personal de uno durante el tiempo que se estuvo lejos de esa realidad. Volver así también es bonito. Esa novedad e incertidumbre hace crecer una ilusión por vivir de nuevo, quizás de forma diferente a como se había estado haciendo hasta la partida. Aun así, esa novedad e incertidumbre pronto pierde cuanto tenía de atractivo. Vuelven viejos fantasmas; uno vuelve a su zona de confort. ¿Dónde quedó ese espíritu aventurero?

Sólo el encuentro personal con otras personas hacen que esa zona de confort se difumine por momentos e incluso llegue a desaparecer. Por ser esos encuentros donde uno se exige personalmente y nota que otros tiran de él para arriba. Se difumina cuando uno retoma un antiguo trabajo, aunque sea por un mínimo período de tiempo, y vuelve a ver esas caras conocidas, retoma conversaciones y desempeña las mismas tareas de atención al cliente. Se retoma ese trabajo dando un giro a esas conversaciones yendo a un conocimiento profundo del otro, desempeñando las mismas tareas con el impulso de la caridad, alegría y sonrisa para llenar de vida ese pequeño momento que pertenece a esas caras conocidas.

Se difumina la zona de confort cuando se retoman sitios donde uno se dejaba caer a primera hora de la mañana y vive esa hora con otro espíritu, saboreando el lugar, compartiendo y creando comunidad con las personas que allí se dan encuentro. Salir de uno para unirse a otros en una actividad y palpar que todos allí somos importantes y no uno más. Se palpa por las muestras de cariño y hasta de cierta preocupación por saber dónde se ha estado hasta la fecha. Se retoman esos sitios dando un giro al compromiso para con la sociedad ya sea social como espiritualmente, aportando con trabajo y oración, empapando cada acción con delicadeza y acogida al otro.

Se difumina también cuando, simplemente, se camina por el barrio o las calles de la ciudad siendo consciente de cada paso, relacionándose con las personas que se cruzan a su paso y participando de la vida que se desarrolla en ella. Ahí todo recobra sentido pues algo permanece de lo que quedó cuando se partió a otro lugar: la acogida y la alegría por volver a verse. Se retoma la vivencia de la ciudad dando un giro a esa vivencia, haciéndola más personal y colectiva, buscando un equilibrio entre ambas, queriendo colaborar, participar y cooperar en ella a través de un compromiso personal como ciudadano.

Dicen que quien cambia es el que vuelve. Y en esto estoy completamente de acuerdo.

4 respuestas a “Volver a las andadas

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  1. Al final, si Dios guía nuestro camino, nunca faltarán aventuras; por eso -si quieres ser perfecto, vende tu voluntad y dala a los pobres de espíritu, y ven a Cristo por la mansedumbre y humildad y síguelo hasta el Calvario y sepulcro- (San Juan de la Cruz). Además, en cada una de ellas surgen encuentros con otras personas, porque Dios nunca nos deja solos, pues -el que a solas cae, a solas se está caído y tiene en poco su alma, pues de sí solo la fía- (San Juan de la Cruz). Y, al final, todas esas aventuras nos cambian, nos configuran, y nos llevan al Amor incluso en medio de la noche… -¡Oh noche que guiaste! ¡oh noche amable más que el alborada! ¡oh noche que juntaste Amado con amada, amada en el Amado transformada!- (San Juan de la Cruz).

    Por eso, personalmente creo que uno nunca vuelve, sino que siempre va a lo desconocido, y -para ir a lo que no sabes, has de ir por donde no sabes. […] En esta desnudez halla el espíritu su descanso, porque no comunicando nada, nada le fatiga hacia arriba, y nada le oprime hacia abajo, porque está en el centro de su humildad- (San Juan de la Cruz). Y Dios obra el resto :) Gracias por la experiencia.

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  2. ¿Que voy a decir si está todo dicho? Me parece una gran reflexión. Las vivencias que uno tiene, ya vuelva o esté en el mismo sitio, hacen que cambien tu punto de vista y hasta a veces, tu propio mundo. ¿Son buenos esos cambios? En mi opinión sí, te ayudan a crecer como persona y te aportan otros puntos de vista que quizás no te hayas parado a pensar que de verdad existían.
    Gran texto, gran reflexión, gran escritora. No hace falta decir nada más.

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    1. ¡Qué sorpresa leerte por aquí Tito! Gracias por pasarte y dejar huella. Lo de los puntos de vista es algo que he valorado mucho en mi escapada; más bien, otras realidades. Sienta muy bien conocer culturas, profundizar en la vida de las personas y compartir.

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