Un paso más

Un paso más y conquistarás la cima.
Un paso más y llegarás el primero.
Un paso más y tendrás lo que anhelas.
Un paso mas y dejarás atrás tu pasado.
Un paso más y vencerás.

Nos incitan a dar un paso más para no pararnos porque pararse significa estar perdido. Nos empujan a dar un paso más para no mirar atrás y echar de menos lo que hemos dejado en el camino. Nos hablan de dar un paso más para conseguir lo que nos hemos propuesto. Nos animan a dar un paso más porque es de personas valientes y fuertes. Pero, ¿no se olvidan de lo que conlleva dar un paso más? No es sólo lo que vendrá después, sino lo que pasa en ese dar un paso más, durante esa decisión y acción. Parece insignificante, pero contiene una gran dosis de esfuerzo, sacrificio y fortaleza tanto de mente como de espíritu. Dar un paso más es desafiar al dolor, a la comodidad, al orgullo y, por qué no decirlo, a la vida misma.

Durante la semana in albis (la siguiente a Domingo de Resurrección) puse rumbo a Lugo para iniciar el Camino de Santiago junto con una amiga. No fue un viaje meditado y esperado, no. Esta amiga me invitó y yo acepté. Sería la primera prueba fuerte a la que me enfrentaba después de Robocob (mi querido LCA). Hasta la fecha sólo había hecho deportes de equipo sin forzar la máquina, pero sintiéndome bien y sin dejar rastro de debilidad ni imposibilidad de realizar ejercicio. Este Camino de Santiago sería, sin lugar a dudas, una prueba en todos los sentidos. Estaba a punto de comprobar en mis propias carnes lo que significa dar un paso más cuando te fallan las fuerzas, cuando tienes una molestia, cuando el tiempo no es favorable y cuando la motivación no acompaña.

Aparte de comprobar la debilidad humana, también iba a experimentar la humanidad innata en cada persona. A pesar de caminar solas las tres primeras etapas, pude comprobar lo que somos capaces de hacer por otra persona. No hablo sólo de mi compañera de aventura, sino de todas aquellas que nos fuimos encontrando en los albergues y, más tarde, en el camino. Es emocionante vivirlo en primera persona, dejarse cuidar y atender por otra persona, acoger el cariño que desprende esa persona hacia ti. Son momentos que sólo se pueden vivir haciendo el Camino. En la vida cotidiana, inmersos en nuestra rutina laboral, es difícil encontrarse con situaciones del Camino de Santiago. Por algo será que esta vivencia es única y sólo un peregrino puede entenderla. Ante tales cuidados sólo queda la gratitud. ¿Estamos acostumbrados a ser agradecidos, lo valoramos? A veces decimos gracias sin dotarla de sentido.

Hace apenas dos semanas mantuve una conversación profunda con dos jóvenes. Hablábamos, entre otras cosas, de la convivencia previa al matrimonio, si podría entenderse o si podría valorarse y aceptarse. Esa conversación nos llevó a valorar lo que una persona es capaz de hacer o de negarse en favor de un amor más grande que él mismo. Es cierto, dar un paso más en una relación sin haberte prometido a serte fiel, amarte, cuidarte y respetarte, en lo bueno y en lo malo, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida, puede llevar a un camino totalmente diferente al que se había pensado o anhelado. ¿Qué importancia hay en ese dar un paso más? Puede que se dé un paso más en falso y arruinar la vida.

Sin la promesa y, muy importante, sin la voluntad de querer ser fiel, amar, cuidar y respetar a la otra persona podemos estar mirándonos el ombligo. Y en este mirarse el ombligo ir, poco a poco, aniquilando nuestra voluntad y capacidad de amar. Y, por tanto, olvidándonos de la relación para sucumbir a nuestros placeres, proyectos y vida. Durante la segunda etapa del Camino comencé a sentir molestias en el psoas (supe después que era muy común en quienes hacían el Camino). Esta molestia duró las cuatro etapas siguientes, es decir, todo el Camino. Mi primera reacción fue de impotencia por verme incapacitada y, por ello, débil. Entonces empecé a caminar por orgullo queriendo olvidar esa molestia y para hacer ver a mi compañera que no era débil. ¿Qué sentido tenía esto? ¿Por qué no mostrarse tal cual uno es? A raíz de expresar cómo me sentía, de no esconder mis limitaciones, pude dar un paso más, no sin esfuerzo y dolor, pero con la satisfacción de que todo ese sufrimiento era soportable en compañía y ofreciéndolo por personas o cosas concretas. Saliendo de mí para darme a los demás.

Es en esas circunstancias cuando, ciertamente, dar un paso más te lleva por un camino atractivo. Un camino que te anima a saborear cada pequeña cosa, te habla del sacrificio por amor y te enseña el valor de la autenticidad. Nada de ésto hubiera podido degustar si me hubiese empeñado en caminar sólo para llegar a la cima, para llegar la primera, para obtener lo que anhelo, para dejar atrás mi pasado o para vencer. Dar un paso más sólo es posible en comunión y en un camino que lleva a la plenitud de nuestras personas. Un camino donde hay un bien común y personal, una experiencia de acogida y respeto. Un camino de amor y entrega personal. Una vivencia llena de verdad, confianza y fraternidad. Un paso más y… ¡vivirás!

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