Pensat i fet (dicho y hecho). Así fue como empezó todo. A los valencianos nos caracteriza esta actitud impetuosa y debo reconocer que si no llega a ser por un ímpetu, no hubiera llegado a descubrir tanto en cuatro días. Fue en noviembre, había oído hablar de que Coldplay iba a realizar una gira y que pasaría por España. ¿Cuándo fue la última vez que había ido de concierto? Nunca. Mirando a Robocob y recordando meses pasados, decidí comprar una entrada. Y así fue como, en cuestión de unos minutos, ya tenía reservado asiento para vivir mi primer concierto de Coldplay y de mi vida. ¡En Barcelona! Ciudad donde reside una de las amistades que más admiro. Ciudad que dio pistoletazo de salida a una experiencia sin igual.
En Barcelona comenzó todo. No sólo la música y explosión de colores que caracteriza los conciertos de esta banda británica. Empezó un sinfín de pensamientos profundos, un deleite de cuanto alcanzaba mi mirada, un asombro por la vida misma y el disfrutar del tiempo que trascurría sin agobios ni prisas. En la ciudad condal hubo un encuentro detrás de otro. Encuentro de miradas, de asombros, de confidencias, de vivencia, de diversión. Los encuentros son sanos y necesarios en la vida de las personas; un encontrarse uno mismo, un encontrar al otro, un encontrar lo de afuera que nos espera. Y, por qué no decirlo, el encuentro que da vida al resto es el que se tiene con Dios, Luz que ilumina todos aquéllos. Y así fue, no hubo ninguno de esos cuatro días donde no tuviera ese Encuentro para poder encontrarme con lo que me esperara. ¡Sólo así se puede vivir en el asombro! Esperar en la esperanza de esa Luz.
Es curioso, para muchos ir al concierto sería lo más importante en sus vidas, y lo respeto pero prevalecer eso ante la vida misma… Es perderse lo mejor. Carpe diem! Para no hacer prevalecer nada de las cosas sobre las experiencias personales de contacto con otras personas. Dos horas de concierto, un previo con teloneras y el antes y después de llegar al sitio y de volver a casa, fue lo que duró mi experiencia de Coldplay que viví intensamente pero no dejó de lado lo más importante: la visita a mi amiga y a lo que la ciudad me ofreciera. ¡Un sinfín de experiencias gratas! Carpe diem! Para vivir intensamente el tiempo presente, el hoy que se nos da (el pan de cada día que pedimos en el Padrenuestro, Providencia de Dios) para valorar el trabajo que se está haciendo, la conversación que se está llevando, la compañía de esa persona, el paisaje que se muestra delante, la música que recibe los oídos, el gusto de la comida, el olor que destila la lluvia… Las cosas externas son las excusas perfectas para una vivencia personal. A través de ellas conoces a personas, descubres lugares y conectas contigo interiorizando todo lo vivido.
Descubrir en cuatro días lo maravilloso de la música compartida y vivida sanamente. Descubrir la asombrosa belleza de la naturaleza. Descubrir la alegría que llena el corazón y el alma por las amistades verdaderas. Descubrir la belleza de las cosas pequeñas como dar un paseo sin rumbo fijo, leer un libro sentado en un parque, conversar en el puerto tumbado al sol, utilizar el transporte público y adentrarse en la vida que hay en él… ¡Cuánto se descubre cuando se tiene la mirada limpia, abierta, curiosa! No importa el sitio, la compañía o el ambiente; importa que no se deje de lado el asombro. Por eso el título de esta entrada, aludiendo a una canción de Coldplay (Magic), porque puedes llamar magia a este descubrir o redescubrir lo que hay a nuestro alrededor. Pero también puedes llamarlo «verdadero», a la que yo escribiría en mayúsculas porque es de lo que mana y se alimenta todo lo demás, y la que hace que todo lo que vivimos a través de esa Verdad, sea una experiencia auténtica y, por tanto, una forma de vivir plenamente nuestra vida.