Sé que cuando nos presentaron no estaba ilusionada. Era la primera vez que conocía a alguien como tú. Fuiste inesperado, trastocaste mis planes. ¿Cómo esperabas que te sonriera? Te lo dije: ni se te ocurra quedarte por mucho tiempo. Y mírate ahora, míranos; inseparables. Quizás me precipité juzgándote. Sin apenas hablar has conseguido mostrarme muchas cosas, empezando por hacerme visible y más que patente la realidad que envuelve mis pasos, ahora nuestros pasos.
Recuerdo aquel veintiuno de abril. Era casi medianoche. La ciudad estaba vacía. El silencio llenaba el espacio. Y sólo el ruido de las ruedas del monopatín deslizándose por una lisa superficie se hacía notar. De repente todo ese aparente silencio desapareció, se rompió en apenas tres segundos. Y ahí fue el instante donde nos conocimos, no directamente, pero recuerdo que asomaste la cabeza. Volví a casa preocupada, pensando si te volvería o no a ver. Créeme, no quise volver a verte. ¿Por qué? Porque sabía que alguien como tú iba a cambiarme la vida pero no del modo en que yo quería. Y me sorprendiste. Gratamente.
Pasaron dos meses desde aquel primer pensamiento de tu existencia hasta que nuestras miradas se encontraron. Cara a cara. Por fin te conocía. Estaba nerviosa pero me tranquilizaron desde el box; el encuentro no iba a durar más de lo esperado. Lo difícil vino después, cuando tuve que dejarte entrar de lleno en mi vida, hasta en mi intimidad. No fue fácil. ¿A quién había dejado entrar así en mi vida? Fuiste el primero. Y poco a poco fui cogiéndote cariño. Hasta te puse nombre, si ibas a permanecer junto a mí tanto tiempo y compartir tantos momentos, era lo menos que podía hacer. Y así creció una extraña pero entrañable amistad. ¡Hablaba y escribía sobre ti a mis amigos!
Me dijeron que conocerte iba a suponer seis duros meses de mi vida, quizás más. Seis meses donde compartir hasta el respirar. Seis meses de continuas luchas, de constantes esfuerzos y de mucha incomprensión, rabia y desesperación. Lo cierto es que miro atrás y me sorprendo de cómo la realidad golpea más fuerte que los pensamientos e ideas, suposiciones y probabilidades que tenemos en la mente. El presente se presenta. Así de simple, así de cierto. Y tú, Robocob, te presentaste; no era ni el mejor ni el peor momento. Sólo apareciste para quedarte conmigo y deleitarme con personas, experiencias y acontecimientos, pero haciéndome parar ante lo que tenía delante; gustarlo, hacerlo mío, nuestro. ¿Qué cambió el que estuvieras ahí, conmigo?
Me ayudaste a conocer a unas personas gracias a compartir tardes con ellas durante un caluroso verano. A conocerlas en profundidad. Me llenaste el vacío verano valenciano de personas. ¡Hasta puedo decir que ha sido el mejor verano de mi vida! Cuántos buenos momentos, buenas películas, buenas conversaciones, buenos paseos, buenas comidas y buena gente he podido tener en los primeros meses de dificultad y de hacerme a mi nueva realidad. ¡Cuánta compañía en lo que yo pensaba iba a ser el destierro! Incluso en casa con las atenciones recibidas de mi familia. Fue un trastorno de planes para todos, una nueva rutina que compartir.
Me enseñaste a esperar, a dejar que cada cosa pase en su momento. ¡Qué difícil para un culo inquieto como yo! Perdona la expresión pero es la verdad. ¿Por qué te crees que te conocí? Por no esperar. Por precipitarme. Por adelantarme. Por no tomarme las cosas con calma y no eliminar el ansia que me lanza a estamparme. Seguro que estás ya harto de detener mis pasos, de ralentizarlos. Pero te lo agradezco porque necesito parar, pensar en consecuencia y actuar cuando toque. Saber esperar contigo presente me ha ayudado a saber recibir. ¿El qué? Lo que la Vida tenía reservado para mí. Nunca viene de vacío aun pensar que me ha quitado lo más valioso, lo que pensaba que era necesario para mí. Cambiaron los planes, es cierto. Pero, ¿me quedé sin ellos? Lo dramático hubiera sido que me hubiera quedado en estado vegetativo ante tal panorama, pero… ¡seguí viviendo!
Me acompañaste en un momento duro, ése donde vi el efecto dominó sobre los viajes y actividades que iba a realizar los próximos meses. Cayó uno, cayó el resto. Tú fuiste el único que permaneció en pie. Al principio te quise olvidar pero me fue imposible. Estabas ahí quisiera o no. Así que a base de verte, te convertiste en una dulce compañía. Aunque he de reconocer que el verte, a veces, me causaba daño; me hacías volver al pasado, a recorrer con el pensamiento aquel veintiuno de abril y lamentarme. Esto ha sido lo más duro de este camino incluso hoy. El pensamiento es un arma poderosa que puede llevarte al bien o desviarte del camino. Y yo he tenido que luchar contra ese desvío. Tú, ahí, me hablabas claro pero con ternura y me hacías volver a la realidad, a poner los pies en el suelo y caminar con lo puesto mirando de frente y a los ojos.
Hemos cumplido los seis meses. Hemos recorrido el camino. Hemos vivido días. Hemos alcanzado la meta que nos propusieron. Y pensando que todo había finalizado ya, que nuestra amistad se consolidaba… ¡has vuelto a aparecer como aquel veintiuno de abril! Dejándome pensativa y preocupada. Los planes han vuelto a trastocarse. Los meses a estirarse. Y nuestra compañía a prolongarse. Pero sé que todo es para bien aun haber sido una falta de atención médica. Ahora sólo nos queda seguir caminando como podamos pero de la mano.
Gracias por todo, Robocob.
Aquí podéis leer el diario del #LigamentoCruzadoEnMiVida por Rocío Miralles
Ánimo Rocío: muy buen artículo, de esos que te hacen pensar y darte cuenta de que las cosas importantes las tienes muy cerca.
Ánimo con tu recuperación… para nosotros eres arte del equipo de fearless!
Me gustaLe gusta a 1 persona
¡Gracias por los ánimos! Y por ser parte de un proyecto y equipo tan inspirador. Hay tantas cosas que damos por supuestas y son el quid del día a día…
Me gustaLe gusta a 1 persona
Todo contribuye para el bien de los que aman al Señor. Rm. 8,28
Todos tenemos un veintiuno de abril, más o menos.
Entenderá esta entrada quien haya pasado por algo similar, y son muchas más personas de las que tú imaginas.
Un fuerte abrazo.
Me gustaLe gusta a 1 persona
A primera vista no sé si se intuye de lo que hablo pero muchos de mis amigos conocen a Robocob (mi rodilla derecha, mi ligamento cruzado anterior). Pero sí, historias como ésta hay miles y aún más profundas pues sufran más (enfermedades crónicas…).
¡Muchas gracias, M.M. de Jesús! Me alegra seguir leyéndote por aquí. Ya he visto que vuestro «Atrévete» en Twitter va viento en popa. ¡Saludos!
Me gustaMe gusta
Acuérdate de todo el camino que Yahvé tu Dios te ha hecho recorrer durante estos cuarenta años en el desierto para humillarte, para probarte y para conocer lo que había en tu corazón: si ibas a guardar sus mandamientos o no. Te humilló y te hizo pasar hambre, y después te alimentó con el maná que ni tú conocías ni habían conocido tus padres, para hacerte saber que no sólo de pan vive el hombre, sino que el hombre vive de todo lo que sale de la boca de Yahvé. No se gastó el vestido que llevabas ni se hincharon tus pies a lo largo de esos cuarenta años. Así te darás cuenta, en tu corazón, de que Yahvé tu Dios te corrige igual que un hombre corrige a su hijo (Deuteronomio 8, 2-5).
¿Es un hijo tan caro para mi Efraín, o niño tan mimado, que tras haberme dado tanto que hablar, tenga que recordarlo todavía? Pues, en efecto, se han conmovido mis entrañas por él; ternura hacia él no ha de faltarme -oráculo de Yahvé- (Jeremías 31, 20). Por lo demás, sabemos que en todas las cosas interviene Dios para el bien de los que le aman; de aquellos que han sido llamados según su designio (Romanos 8, 28). Así será mi palabra, la que salga de mi boca, que no tornará a mi de vacío, sin que haya realizado lo que me plugo y haya cumplido aquello a que la envié (Isaías 55, 11).
Me gustaLe gusta a 1 persona
Nunca faltan palabras de la Biblia que respaldan las mías. ¡Gracias, Mensajero! Siempre me alegran tus intervenciones y tus visitas. Un fuerte abrazo.
Me gustaMe gusta