Es una frase que me caló hondo desde el primer día que me la dijeron, nunca antes la había escuchado decir a otros. Y justo la primera vez fue dirigida a mí. De esto hace ya casi ocho años y mirando atrás cobra sentido, le doy la razón. Desconozco los tiempos de Dios de primera mano, los conozco pasado ese tiempo. Y es que con Dios es así, mientras queda confiar y esperar; ¡y vivir! Vivir, con lo que tenemos y somos cada día, no lamentarse por lo que no se tiene y no se es. Vivir, con la alegría de tener y ser lo que Dios quiere que tengamos y seamos. Vivir, nuestro presente y nuestra realidad sin más miras que ser y estar. Es en esto donde la frase «cada alma tiene su tiempo» puede acontecer. Si vivimos queriendo acelerar o pausar los tiempos no dejamos que nuestra vida pase naturalmente. Y con ello, no dejamos ser a nuestro yo naturalmente y por ende, no dejamos nuestra felicidad íntima acampar.
Hoy nos invitan a ser libremente pero sin responsabilidades. Hoy quieren que modifiquemos la realidad a nuestro gusto. Hoy todo está tan bañado de endiosamiento que al final nos creemos con el poder de cambiar las cosas hasta las más graves. Hoy no vemos la vida como un regalo y nos vemos con el derecho de alterarla como nos viene en gana. Hoy todo es cambiante porque nos hemos empeñado en ello. Al final, lo que queda, es una profunda confusión, un no saber reaccionar ni saber entender lo que pasa. Al final nos hemos convertido en personas sin criterio y sin armas para interpretar, saber leer entre líneas lo que acontece a nuestro alrededor, en nuestra vida. Dentro de esa confusión entra el miedo y con él un torrente de barreras que impiden la reacción.
De esta forma han conseguido que cada alma no tenga su tiempo. Han cambiado las tornas y no la dejan ser ni crecer naturalmente. Hoy queremos parecernos todos cada vez más; copiamos modos de ser, de vestir, de hablar, de actuar. Hoy queremos vivir las mismas cosas; nos movemos por los mismos sitios, nos apuntamos a actividades, a conciertos, a talleres, a congresos. Hoy queremos sentir lo que el otro ha experimentado; para ello hacemos cuanto esté de nuestra mano, y si hace falta bebemos de más. Hoy queremos muchas cosas de los demás, de lo que vemos fuera, de lo que sucede a nuestro alrededor. Hoy buscamos la felicidad en lo que entra por nuestros ojos. Hoy nos desvivimos por algo que no está a nuestro alcance, es más, por algo que no nos toca vivir. ¡Hoy nos olvidamos de nuestra alma, de nosotros mismos! «Cada alma tiene su tiempo», ¿por qué tanta prisa por adelantar los tiempos?, ¿por qué querer ser otra persona?, ¿por qué no enfrentarse a la propia realidad, conocerla, entenderla y vivirla? ¿Por qué no… vivir nuestra vida?
Hace poco más de un año comprendí el tiempo pasado; entendí una vivencia de cinco años. Hace poco más de dos años conocí lo que realmente estaba delante de mis ojos y me estaba perdiendo por tener puesta mi mirada en la incomprensión. No es resignarse sino saber conocerse y en ese conocerse, respetar los tiempos, y ver con otros ojos los tiempos que se han vivido porque forman parte de nuestra historia, del testimonio de vida para uno mismo y para los demás. ¿Cómo se respetan los tiempos? Recibiendo con brazos abiertos lo que el día a día nos tenga preparado. Pero en personal, lo que nos tenga reservado a nuestra persona, a nuestra realidad y saber esperar para lo que vemos que otros ya viven y nosotros todavía no. Porque a veces la vida te reserva, te hace pasar un tiempo preparándote o viviendo otra situación hasta poder por fin vivir aquéllo. Y es aquí donde se nos van los estribos, perdemos la calma, vemos todo gris, nos sentimos abandonados y no entendemos nada. Porque nos hemos olvidado de que «cada alma tiene su tiempo».
Mi alma ha tenido su tiempo hasta recalar en Nightfever, en Comunión y Liberación, en Reina de la Paz y en las Misiones. Son cuatro realidades que antes no conocía y que ahora, poco a poco, están cogiendo forma en mi vida. Han estado siempre pero hasta hace un año no me he encontrado con ellas porque es ahora cuando mi alma está preparada para ese encuentro. Cuando de verdad he decidido creer que «cada alma tiene su tiempo» todo me ha venido dado. No es fácil porque se sufre hasta encontrar nuestro sitio. Pero tampoco es imposible. Es verdad que miraba a mi alrededor y veía gente viviendo sus vidas y estando en lo que les hacía ser y entonces sentía ¿envidia? Claro, sana envidia, aunque eso me empujaba a seguir buscando y aquella frase me mantenía en calma. Es una simple frase pero recoge muy bien nuestra actitud para con la vida.
He escogido la foto de la camiseta de Nightfever porque era una forma de constatar que el tiempo para mi alma ha llegado pues eso que veía lejano ahora es parte de mi realidad. Una vez me enfundé la camiseta sentí como cualquier futbolista al fichar por su nuevo equipo: felicidad. Ahora estoy aquí, hay Alguien que me ha llevado de la mano hasta aquí. Ahora y no antes. Y así con todo lo demás. Si aprendiéramos a leer, a entender la realidad que nos rodea, a querer lo que nos trae el día… Otro yo seríamos; el genuino, el que ese Alguien anhela.
Me encanta el título, a veces el Espíritu Santo actúa. Te comparto un salmo que me encanta, -El mismo Señor dará la dicha- «Sal 85, 13» . Bendiciones!.
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¡Gracias, Jessica! Y bienvenida por estos lares. Ese versículo tranquiliza y llena de paz. ¡Sobre todo de esperanza cuando se ven las cosas a medias!
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Completaría el titulo diciendo: …y su sitio. Aunque lo comentas más abajo. Porque no todos estamos llamados a recorrer el mismo camino hacia Dios. Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero es el mismo Dios el que hace todas las cosas en todos. Pero a cada uno se le da la manifestación del Espíritu para el bien común (1 Corintios 12, 4-7).
Yo he tenido la gracia de participar en varias épocas de mi vida con Encuentros Universitarios Cristianos de Valencia (organizador de Tonight, copia de Nightfever), y el Hogar de la Madre. Y desde siempre en diversas parroquias con el Camino Neocatecumenal. Pero lo más importante es, como dices, levantarse todas las mañanas «recibiendo con brazos abiertos lo que el día a día nos tenga preparado», porque es el amoroso regalo que Dios ha preparado hoy para uno.
Me alegro de leerte de nuevo. Dios te bendiga. La paz.
PD: Recientemente he descubierto a los Santos Luis y Celia, padres de Santa Teresa de Lisieux, ejemplos meridianos de vivir el día a día en la Voluntad de Dios, en sus tiempos y lugares; siguiéndolos por encima de todos los planes propios. Casi me han impresionado mas que la propia Santa Teresa de Lisieux. ¡Que grandes ejemplos tenemos para seguir!
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Buenas tardes, Mensajero. ¡Gracias, otra vez, por aparecer por aquí y aportar! Cierto lo de que cada uno tiene su lugar en la Iglesia, en el mundo. Sólo nos falta tener paciencia y dedicarnos a vivir nuestra vida.
Hace poco fue la canonización pero no le hice mucho caso, ahora que los sacas a la luz, indagaré sobre sus vidas. ¡Gracias! Un saludo.
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