Parecía que todo fuera sacado de la típica película americana, esa donde se ve una familia feliz, comiendo juntos, charlando entre risas y sonrisas. Una bonita estampa que muchas veces cuesta creer que se pueda dar en la realidad. Llámame ilusa. Ayer fui co-protagonista en una película que hablaba de la vida misma. La rodaban en Castellón y el reparto lo completaban dos chicas más.
Me gustan los planes improvisados, las autoinvitaciones y las cosas que se den sobre la marcha. Me encanta la gente que no le da importancia a los horarios ni se para a pensar qué debe ir antes o después, simplemente actúa. En esa película todo eso estaba incluído. De pronto me vi metida en un coche con dos personas más camino de Catellón de la Plana, un domingo cualquiera, desértico. Yo iba a un encuentro con dos buenas amigas; la que conducía y su copiloto iban a la playa de Peñíscola. Yo iba a actualizar mi vida y la de mis amigas, a ponerlas de nuevo en hora y partir desde la misma diferencia horaria. Las cosas se enfocan mejor así y se camina un poco más erguido.
Me parece increíble pero admirable ver a tres personas que la última vez que compartieron un momento, ocho años atrás, se vuelvan a ver las caras y compartan otro de esos momentos de una forma tan natural y amena. ¿Por qué es increíble? O, ¿por qué es de admirar? Me parece increíble en un mundo donde no se cuidan las relaciones personales. Me admira que pueda darse ese momento entre tres personas después de tanto tiempo cada una a su aire. Y se sucedieron bromas, recuerdos, risas, comentarios profundos y no tan profundos entre comida para arriba, comida para abajo. Compartir, no sólo el tiempo sino una comida, e invitar a participar en ella es lo que crea lazos de unión, lazos de confianza, lazos de sentirse como en casa.
Libertad de movimientos. Quizás fue esto lo que más llamó mi atención. Ver cómo iban de aquí para allá, comentando cosas, invitándome a hacer lo mismo. No había ningún guión, sólo vivir, disfrutar de nuestra compañía. Yo las miraba, seguí con mis cosas pero las miraba con alegría y orgullo de amiga. Exactamente no sé qué es lo que hizo de ese momento una tarde para recordar y repetir. Uno sabe cuándo un momento es de ese calibre. Sonreía mi corazón, lo notaba. ¿Cómo se sabe eso? Me dediqué a seguir sin preguntarme porque no hacía falta ni la ocasión debía ser manchada por dudas, preguntas, prejuicios. Muchos no sabéis que, aunque yo no lo hubiera pensado en ningún instante, aquel era un momento delicado por las circunstancias, por visitar a dos amigas de un «mundo» al que pertenecí y hacerlo en una casa que podría haber sido mi hogar algún día. Y, curiosamente, me sentí como en casa.
Muchas veces he oído y leído que hay que dejar pasar el tiempo, que éste todo lo cura. Y me niego a pensar y admitir tal mentira. ¿De verdad creéis que dejando pasar el tiempo y todo cuanto en él transcurre mejorará la situación o tu vida? ¡Que un minuto puede cambiar tu vida, hasta un segundo! Pero sólo si tú estás metido de lleno en él. Si lo vives. Si formas parte de él. Si vives tu vida mientras pasa ese tiempo. Dejar pasar el tiempo es morirte lentamente. Por eso yo contesto que hay dejarlo pasar viviéndolo. Así que abre los ojos, agudiza tus oídos, limpia tus manos, desenrosca tu olfato, despierta tu corazón, aviva tu alma y calienta tus piernas para seguir caminando hasta desgastarte, entonces, sólo entonces vendrá tu hora. Había pasado tiempo, sí, y mucho. Pero, ¿qué había pasado en esos ocho años? Por lo que supe después, han continuado su día a día, no han parado, han vivido. Por mi parte, más de lo mismo. Todas buscando la Vida viviendo hasta que aquélla nos volviera a juntar.
Y esto es lo increíble y lo admirable. Nos juntó y pude tener una conversación un poco más profunda con una de ellas. Era necesaria después de tanto vivido. Y me doy cuenta de la importancia de hablar cuando uno lo necesita, en el momento que lo necesite y no dejarse inmutar por el demonio mudo. Porque, años después, se ve que todo eso que se ha guardado y pensado que podría haber causado daños, al sacarlo y compartirlo, no es nada nuevo, nada escandaloso ni por lo que uno debería sufrir en silencio. ¿Veis por qué uno puede sentirse como en casa aun cambiando las circunstancias, aun pasado tiempo, aun habiendo cambiado uno mismo? Contesto por si no lo veis: porque se ha decidido seguir caminando, viviendo, madurando. Y dos personas, tres o las que sean, si deciden seguir creciendo en virtudes, pueden entenderse siempre y crear hogar allí donde vayan.
¡Gracias, alokii23! Perdona por el retraso, sí que te leí en su día y al final creí que te había contestado. Tienes razón en eso que dices, si es una buena relación el tiempo no pasa. ¡He ahí la prueba del algodón!
Me gustaMe gusta
Cuando una amistad es intensa y buena, no importa el tiempo que esas personas, esas amigas se mantengan separadas, días, meses, años, si es una buena relación un día te encuentras de nuevo con ellas y te das cuenta que nada ha cambiado, que seguís teniendo una relación de amistad sana y bonita, me alegro mucho por ti Rocio que hayas vuelto a tener ese acercamiento con esas personas. Buenas noches :) y como siempre gracias por todo lo que escribes, te voy leyendo ;)
Me gustaLe gusta a 1 persona