Entre dos calles

Shaggy. La primera vez que pronunció su nombre sonreí. Lo asocié al amo de Scooby-Doo. Podría ser perfectamente él si no fuera por su tez morena; es de Marruecos. Hace cuatro meses que conozco a Saji. Lleva más de diez años en España, habla y entiende el español sin problemas, hasta se atreve con el valenciano y un día intercambiamos alguna expresión. El inglés lo tiene controlado y por supuesto lo hablamos un poco una vez. Es transportista, conduce enormes camiones y se ha recorrido el país de arriba a abajo. Así que de logística sabe y tiene para rato además de desenvolverse que da gusto.

Cuando habla de su hijo de catorce años se le enciende la cara y sus ojos oscuros. Juega a fútbol y suele ir a verle los domingos porque el chaval es bueno. Sí, está casado pero se ha tenido que separar y perder todo a pesar de quedarle una buena relación con su mujer. Esto es, quizás, una de las cosas que más le pesan y a veces le lleva a replantearse todo.

Puedo estar perfectamente con mi hijo, y su madre me deja pasar tiempo con él, incluso ir a su casa. En Navidad mi hijo me invitó a cenar y quedarme a dormir. Hablamos, pasamos un buen rato juntos y su madre estuvo tranquila. Ojalá pudieran arreglarse las cosas pero no es tan fácil, yo no quiero estar así.

A Saji lo veo cada día de camino a Misa. Le encanta estar en dos calles del centro de Valencia ayudando a aparcar a la gente. Lo hace con una sonrisa, moviéndose de aquí para allá, hablando con unos y con otros. Se ha hecho amo y señor de esa manzana haga frío, llueva o nieve. Puede decirte quién aparca de lunes a viernes o fines de semanas, quién trabaja o vive en la zona, quién es más o menos amable y quién le tiene en cuenta y no hace como que no le ha visto.

Son apenas cinco o diez minutos los que hablamos en medio de esa manzana. Esos minutos están llenos de vida y todo cuanto hay en ella. Saji no es como los otros. No me gusta juzgar pero es inevitable que aparezca un pensamiento rápido en la mente cuando ves a estas personas la primera vez, un pensamiento despectivo e incluso usar esa palabra: gorrilla. Saji no es como esos gorrillas que todos conocemos. En esos cinco o diez minutos se destapa el pastel, se descubre otra realidad, se encuentra la verdad. También es cierto que en ese momento y en ese lugar, él y yo despertamos miradas de todo tipo. Y no te culpo si ahora descubres que mirarías tú también de ese modo, así: inseguro, despectivo e incluso aborrecido. Entre todos hemos creado esa reacción.

Estoy aquí porque he perdido todo. Estoy buscando trabajo de transportista y tengo un amigo que me ha dicho que podría trabajar para él. Todo se ha quedado en eso, no he recibido más llamadas. Tengo el currículo preparado y hasta he hecho un curso de informática. No sale nada pero sigo intentándolo, no quiero ser esa persona de la calle. ¡Es que no lo soy!

Como decía, Saji no es como los otros. Las conversaciones de pie en la manzana o tomando un café con mi amigo marroquí me han acercado a una realidad que desconocía por empeño de la misma sociedad o porque yo no quería conocer por el qué dirán. Saji no ha buscado estar haciendo lo que hace y él mismo se dice que no merece tener que estar haciendo lo que hace. Saji no ha buscado vivir en un albergue y él mismo se dice que no merece tener que estar viviendo allí en lugar de su propio piso. Él tenía un trabajo, una casa y dinero. Ahora tiene otro tipo de trabajo, un lugar de acogida y el dinero que consiga cada día. Sabe que es temporal, busca trabajo en Internet y entre sus conocidos, pregunta y se mueve. Él lo tiene claro pero su esperanza se va apagando conforme pasa el tiempo.

Yo no me drogo ni bebo. Sí que fumo porque si no este estrés no lo puedo soportar. Pero es tabaco normal. Yo esto no me lo merezco. Soy una persona como tú y el resto. Cada día saco entre cinco y diez euros y me da para pagarme el albergue. Pero últimamente no llego al objetivo diario y si sigo así me voy en mayo a los países escandinavos, allí no ocurre esto; no hay gente haciendo lo que yo hago. Allí tendría un trabajo y me sentiría persona.

Hay veces que no vislumbro su gorro de rayas y su plumífero a lo lejos y me temo que se haya ido. Su ausencia es por algún resfriado o que ha tenido que irse por avisos policiales. Los policías de la zona se han hecho amigos de él pero hace poco unos le hicieron pasar un mal trago al verse rebajado a nada, no respetado e incluso juzgado. Las apariencias, la ignorancia y el miedo a lo desconocido hacen daño y la otra persona no tiene la culpa. Saji sabe que se tiene que enfrentar y acostumbrar a esas situaciones pero no lo ve justo. Tiene razón. ¿Por qué juzgamos y nos dejamos llevar por las apariencias? Un día tomando café con él se nos acercó un mendigo pidiendo dinero. Es cierto que le miré de arriba abajo y no tenía buena pinta. Saji se percató de esto y además de mi incomodidad por querer ayudar pero no estar segura de ello. Entonces le dijo «mira, entra en este bar y pide al camarero que te dé un bocadillo». Al cabo de dos minutos vimos al mendigo salir con un bocadillo en la mano y Saji enseguida me comentó «Rocío, no tienes que sentir pena. Si de verdad quieren dinero para comida que la pidan directamente en un bar. Nadie pierde el trabajo por dar un bocadillo». 

Saji es una persona hecha y derecha. Con valores y sentimientos. Lucha como todos y trabaja por un futuro mejor. No tiene odio ni rencor. No pide ni exige. Entiende y comprende a todo aquel que le mire, le juzgue o rechace pero sabe que no lo merece. Sólo quiere poder tener una vida normal. Quiere que todo tenga un sentido que ahora mismo no logra ver.

For the record – A los cafés siempre invita él.

4 respuestas a “Entre dos calles

Add yours

  1. Reblogueó esto en fearless!y comentado:
    Mil gracias Rocío… Hace unos años se me quedo parado el coche cerca de la mezquita. No sabía que hacer. Pasaba por allí una persona que salía de la mezquita, y sin entendernos muy bien, vio lo que pasaba, se metió debajo del coche, y lo arregló. Le di un dinerillo de agradecimiento. Y me quedé dudando de mis prejuicios para siempre.
    Pero tú… lo expresas mejor. Gracias

    Le gusta a 1 persona

    1. Fue la última conversación que tuve con él, cuando me dijo «me estoy apagando», la que me impulsó a dar a conocer a Saji y toda la historia que hay detrás.
      Me ha encantado la experiencia que has compartido. Realmente, el día está lleno de pequeños grandes detalles. Hiciste lo que pudiste, según la experiencia y lo que Dios te dio a entender. Gracias por pasaros de nuevo por aquí y llevaros esta entrada a vuestro sitio. Un abrazo, fearless!

      Me gusta

  2. Estoy muy sorprendido. En primer lugar por esta historia que nos traes hoy. Y en segundo lugar, porque estamos en la misma ciudad, aunque no recuerdo haberte visto nunca.

    Yo también conocía a una persona que al final tuvo que volverse a su país porque no encontraba trabajo. Es algo que entristece, pues uno puede echar una mano puntual, pero cae fuera de mis posibilidades poder ayudar de verdad, por ejemplo, dando trabajo. Al final, lo que hacemos es lo que podemos, con lo que somos y tenemos. La clave está en querer, y en confiar en Dios.

    El problema real es la indolencia y el desprecio. Cierto que hay personas de todo tipo, pero Dios no tuvo asco de nadie, sino que Él mismo se hizo -despreciado, desechado por los hombres, abrumado de dolores y habituado al sufrimiento, como alguien ante quien se aparta el rostro, tan despreciado, que lo tuvimos por nada- (Isaías 53,3). Y eso, por amor a mi. Por eso, lo primero es encomendarlo todo a las manos de Dios, que sabe y puede más que nosotros, pues si hay algo cierto es que verdaderamente Dios provee. Y luego, quizás una conversación, quizás un café, quizás un bocadillo… lo importante es ver al otro, exactamente como uno mismo: una persona amada por el Padre. Por eso, posiblemente el pecado mas común es el de omisión de caridad.

    Siempre me ha gustado una lectura que explica muy bien lo que Dios espera de nosotros, que más que prácticas de piedad (que también están bien) es amor. Amar… como Él nos ha amado primero. Sin despreciar por apariencias. Sin rechazar a nadie. Buscando siempre el bien. Y por supuesto, sin hacer el mal. Isaías 58:

    http://www.vatican.va/archive/ESL0506/__PB8.HTM

    I will pray for you and Shaggy.

    Le gusta a 1 persona

    1. ¡Mensajero! Valencia es pequeña pero tiene mucha gente, por eso será.
      En cualquier caso, en esa misma gente encontramos bastantes en esa misma situación, no tiene por qué ser de Marruecos; hay mucha indiferencia y falta de profundizar en la vida de los que nos rodean. Hay muchas heridas en cada persona y con amor se curan. Pero antes cada uno debe llenarse del Amor para poder amar. Quien se encuentra con el Amor sabe que su vida cambia en ese mismo instante y que puede amar y ver al otro, verlo con todas las consecuencias.Gracias por los textos que me traes de nuevo y por la canción que tenía olvidada. ¡Un saludo!

      Me gusta

Replica a Rocío Miralles Cancelar la respuesta

Empieza un blog en WordPress.com.

Subir ↑