«Fue tu amor que vino a mí»

¿Cómo se ponen palabras a una vivencia personal?

Quizás lo que te voy a escribir te sorprenda. Créeme, hasta yo me sorprendo. Lo sorprendente no es el hecho de escribirlo sino el haberlo vivido primero. Te escribo en confidencia pero a voz en grito porque es algo necesario después de todo lo vivido. Que no lo compartiera contigo ayer es porque no quería unirme al comercio del catorce de febrero; aunque te adelanto que esta historia va de amor, pero no sobre cualquier seudónimo de éste sino de su modelo y maestro el Amor.

Me preguntaba cómo poner palabras a una experiencia y no se me ocurre mejor forma que a través de letras de canciones. La música ha sido y sigue siendo mi fiel compañera, no podía quedarse al margen de lo que estoy intentando transmitir. Miles de canciones han pasado por mis oídos pero no fue hasta ayer que éstos recibieron acordes nuevos y llenos de verdades como puños. ¿Cómo podría ser? Cada alma tiene su tiempo. ¿Significaba eso que las otras no habían tenido sentido? Esas otras me llevaron hasta donde he llegado, hasta donde soy, hasta donde vivo.

Esta es una historia de fe, de conversión y sobre todo de amor… recibido.

Cansado del camino, sediento de ti / un desierto he cruzado, / sin fuerzas he quedado, / vengo a ti. Luché como soldado y a veces sufrí / y aunque la lucha he ganado, / mi armadura he desgastado, vengo a ti. / Sumérgeme en el río de tu espíritu, / necesito refrescar este seco corazón, / sediento de ti.

Son más de una veintena de años los que llevo dando guerra en esta tierra. Dándola sola y acompañada hacia lo que es bueno, hacia lo que está bien, hacia lo que es correcto y lleva a la realización personal. He vivido consciente e inconscientemente de cuanto pasaba a mi alrededor; unas veces partícipe, otras como mera espectadora. Mientras tanto iba creciendo. Lo hacía con valores cristianos, con miras al desarrollo académico futuro en la universidad y con esperanza de encontrar a una persona con la que formar una familia. Todavía me acuerdo de aquel juego donde te decían a qué edad ibas a casarte, con quién, cuántos hijos tendríais y dónde viviríais. Cuánta inocencia y cuánta perdida a la vez.

Crecía entre clases de primaria, competiciones de atletismo, disfraces y playbacks en la falla, veranos en escuelas de verano en español e inglés. Crecía entre personas amigas, conocidas, familiares, desconocidas. Crecía entre cánones, límites y escalones que alcanzar. Crecía entre conocimientos e ignorancias. Crecía entre curiosidades, travesuras y mentiras piadosas. Crecía entre vidas ajenas, confesiones reveladas e historias contadas en confianza de amigos a mis oídos. Fui hombro donde apoyarse pero no hombro como contrapunto a una carga compartida. Siempre los demás primero. Un continuo crecimiento sin crecer.

Me viste a mí cuando nadie me vio. / Me amaste a mí cuando nadie me amó. / Y me diste nombre, yo soy tu niña / la niña de tus ojos, porque me amaste a mí. / Te amo más que a mi vida.

Me hablaron del cumplimiento, pero no del que todos conocemos. Ése es fácil. Me refiero al de cumplir y mentir a la vez, ése en donde uno dice una cosa y hace la contraria, ése donde uno cree vivir de una forma pero en realidad es otra, ése en donde se tiene una máscara según con quién te relaciones, qué ambientes frecuentes o qué te apetezca en el momento. Quizás lo supe unas veces pero en otras sólo continuaba hacia delante sin sospechar que todo cuanto buscaba lo tenía dentro de mí. Era como observar por una mirilla sin tomar parte de la escena, como no admitir que lo que leía en libros, veía en vídeos y escuchaba de otros podría pasarme. El cumplimiento tiene su adversario en una palabra que da forma a toda una vida: coherencia.

Lo que podría pasarme no era otra cosa que lo normal en esas edades o incluso alguna más profunda o grave. Ese hombro que buscaba no llegaba pero ha estado presente de otra forma, en otra persona, en alguien que no conocía de verdad. Creía conocer. Creía creer. Creía vivir la fe. Creía. Eso no es ni era suficiente si quería implantar la palabra coherencia en mi existencia. He escuchado que todo pasa por algo, que ninguno vive lo que ha vivido para que se olvide y archive en un cajón. Pero lo que les faltaba añadir a esas palabras era que todo aquello uno lo entiende pasados los años y mientras, tiene que pasar por ese sufrimiento, esa duda, esa presión, ese miedo o esa incomprensión. Con determinación y con compañeros del camino. Y con Dios.

Si conocieras cómo te amo dejarías de vivir sin amor, / dejarías de mendigar cualquier amor, / serías más feliz. / Si conocieras cómo te busco dejarías que te alcanzara mi voz, / dejarías que te hablara al corazón, / escucharías más mi voz. / Si conocieras cómo te sueño me preguntarías lo que espero de ti, / buscarías lo que he pensado para ti, / pensarías más en mí.

Querer huir no arregla nada. Por muy lejos que se vaya, por largo tiempo que se emplee en ello, eso no limpia, no sana, no logra que uno encuentre su sitio, su vida, su verdad, su misión en la tierra. ¡Qué equivocados estamos muchos! Es verdad que el desconectar y conocer otras culturas y personas provocó que empezara a entender, que hiciera preguntas, que me conociera mejor y atreviera a soltarme y encontrarme a gusto. Y una cosa importante: lo que en años pasados se haya sufrido y no se haya superado o curado deja heridas. Éstas dan lugar a comportamientos y desórdenes afectivos, sociales, psicológicos y espirituales. Nunca es tarde para entender. Nunca es tarde para renacer. Nunca es tarde para comprender. Nunca es tarde para vivir. Nunca es tarde para pedir perdón. Nunca es tarde para ser amado. Nunca es tarde para amar. Nunca es tarde para cambiar. Nunca es tarde para enamorarse. Nunca es tarde para quererse. Nunca es tarde para salir de ese escondite. Nunca es tarde para expresar. Nunca es tarde para hablar. Nunca es tarde para pedir ayuda. Nunca es tarde para llamar a un amigo. Nunca es tarde para sonreír. Nunca es tarde para ser libre.

Ser libre.

Hice una promesa, más que una promesa. ¿Qué es una promesa hecha a Dios mismo? Un compromiso. Me impliqué de lleno en ella porque sabía que así iba a poder ser libre de ataduras. Llegaron de nuevo palabras a mis oídos. Pero esta vez con sentido y un tinte de esperanza. Una semana de continuas palabras escritas, escuchadas, cantadas, rezadas. Ayer. Ayer fue el día, el pistoletazo de salida; ya lo había hecho antes pero esas palabras vinieron a reforzar esa promesa renovada el día anterior. ¿Por qué tendemos a resistirnos? No he hecho puenting (ni lo haré) pero ayer experimenté lo que uno siente al tirarse puente abajo sujetado tan sólo por una cuerda. Adrenalina. ¡Más que eso! Pregunto por qué nos resistimos porque mi vida ha estado resistiéndose al Amor aun haberlo recibido, aceptado y hecho razón de mi existir. Cuando te resistes, la única forma de aflojar esa resistencia es derramando ríos y ríos de lágrimas. Esas lágrimas es el Amor limpiando todo cuanto ha estado ensuciando tu vida. ¿Por qué no vemos o queremos ver? El pecado promete mucho pero da poco. Y aún no nos hemos dado cuenta.

Ayer dejé de resistirme y ahora voy camino de ser… libre.

Fue tu amor que vino a mí / me salvó, me llevó a Ti.

*Vídeo-audio de esta entrada aquí

12 respuestas a “«Fue tu amor que vino a mí»

Add yours

    1. Una parte de mí decía que debía compartirlo y… voilà! Gracias por volver a dar eco a las historias que comparto aquí. Esa frase… ¡Cuánto sabían de eso San Josemaría y el Beato Ávaro! Un acierto hacérmela llegar, muchas gracias. Un saludo.

      Le gusta a 1 persona

  1. No hay palabras para describir este Amor, yo no las encuentro incluso para lo poco que me ha permitido vislumbrar ( http://www.mensajerodelamordedios.com/conoci-el-amor/ ), porque al final… ¿Qué es una promesa hecha a Dios mismo? Para mi, un fruto del Amor al que hemos acogido y que nos ha cambiado hasta lo íntimo de nuestro ser. Porque Él me amó a mí cuando nadie me amó, cuando no era mas que un vil gusano, cuando yo mismo me despreciaba. Por eso, una promesa a Dios y el obrar de cada día no es más que coherencia con el Amor recibido.

    Me ha alegrado conocer tu experiencia. Una experiencia hermosa, por cierto. Rezaré para que ni el maligno ni la noche, que vendrán, te la arrebaten nunca. Y… ¡Enhorabuena por aceptarlo! ¡Enhorabuena por tu libertad!

    ¡Oh noche que me guiaste!
    ¡Oh noche amable más que el alborada!
    ¡Oh noche que juntaste
    Amado con amada,
    amada en el Amado transformada!
    (San Juan de la Cruz).

    Le gusta a 1 persona

    1. Eres un Mensajero en toda regla, ¡gracias! Siempre me traes cartas llenas de palabras que animan. Acabo de leer tu experiencia y no te quedas corto… Gracias por compartirla y veo que Dios sigue haciendo de las suyas pero… ¡qué bien! Nos vemos por aquí, gracias de nuevo por pasarte, leerme y dejar tu huella.

      Me gusta

  2. «El gozo del mundo se entra
    dentro de mi corazón.
    ¡Estrecho gozo el que cabe
    en tan estrecha mansión!.

    El gozo que entra en nosotros:
    gozo es de mal gozador.

    Quiero un gozo que me envuelva
    porque él me sea mayor.

    ¿Qué gozo será el que traiga
    tanta anchura y tanto sol?.

    Dios le dijo al siervo fiel:
    «Entra en el gozo de Dios»…

    ¡No gozos que entren en mí:
    quiero un gozo en que entre yo!»

    (Romance del Divino Gozo, Jose María Pemán)

    Gracias una y mil veces.

    Le gusta a 1 persona

Tu turno

Empieza un blog en WordPress.com.

Subir ↑