Ríos de tinta

Hay veces que cuesta encontrar las palabras y otras que simplemente vienen a ti. Pueden darse las dos a la vez, en ese caso lo importante es tan sólo tener agarrado el bolígrafo y dispuesto el papel; los ríos de tinta llegarán. Como ahora. Siempre hay momentos, entre palabra y palabra, para pensar o para releer lo escrito. Momentos en los que se necesita parar o no, simplemente se necesita respirar hondo y seguir escribiendo. Lo que sí que es cierto es que las palabras llegan; esos ríos de tinta no se hacen esperar y hay que estar preparado para ello.

Hay quien escribe sin control alguno, quien lo hace porque no sabe expresarse de otra forma, quien lo necesita por las circunstancias que está viviendo, quien palpa el placer de escribir esperando a ver qué sale de ello, quien se descubre escribiendo, quien disfruta jugando con las palabras, quien escribe porque piensa, escucha, ve y vive cosas que le impulsan a hacerlo. Quien escribe porque lo necesita como el respirar.

Quien está lleno de vida no puede callárselo. Y al contrario, quien está lleno de miserias necesita comunicarlo. ¿Tienen menos valor las palabras escritas que las pronunciadas? Pienso que una persona es igual de valiente al expresarse ante una persona como ante una hoja en blanco. ¿Qué tiene más mérito? Los dos, sólo depende de la verdad que envuelva aquellas palabras tanto escritas como pronunciadas, del grado de implicación de la persona que las escribe o dice.

Las palabras escritas hacen tanto bien o daño como las pronunciadas; uno puede utilizar un lenguaje más o menos apropiado, hacer uso de palabras malsonantes o bellas y de insultos o halagos. Quizás haya más tiempo de reacción, de sopesamiento y de reflexión cuando uno se dispone a escribir, que una persona que se expresa verbalmente en el momento. Ésta tendrá que tener la idea clara para conducir su discurso y encontrar las palabras que así se lo hagan entender al otro. ¿No es esto lo que hace quien escribe? Uno no puede ponerse a escribir sin una idea. He dicho antes que hay quien escribe esperando ver qué sale de ello. Pero todo parte de algo o de alguien. No creamos de la nada. Están en juego los pensamientos, las experiencias, los sentimientos, los anhelos y las palabras de nosotros mismos o de otros que nos provoca el ponernos a escribir. O una película, un cuadro, un olor, una obra de teatro, una canción, un paisaje, un ruido, una novela. ¡Tantas cosas!

También es cierto que quien escribe tiene algo que decir. Quizás él no lo sepa en muchas ocasiones pero se da el caso, a veces, de tener ese gusanillo interno y coger papel y bolígrafo dejando la tinta correr en conexión con el corazón y el alma. ¡Y es una maravilla! Una experiencia única. Sólo quien escribe puede comprender lo que supone y conlleva el querer escribir y dar con las palabras que expresen su ánimo, sus miedos, su felicidad, sus sinsabores y cómo ve el mundo. Quizás se pierda la paciencia si no se logra sintonizar con nosotros mismos a través de las palabras porque queremos encontrar un estilo propio que nos caracterice o que se parezca al de nuestro escritor preferido. Eso no tiene importancia. Cuando se escribe desde dentro, con humildad, dejando a la tinta correr enlazando con las palabras que aguardan en nuestro interior, no hay nada más auténtico y personal, más propio y característico, más nuestro e íntimo que eso mismo.

Como decía Charles de Lint  «no lo olvides: nadie más ve el mundo como lo ves tú, así que ninguno puede contar las historias que tú tienes que contar». Por eso vuelvo a lo de escribir desde dentro de uno mismo, encontrando ese lugar donde no se puede poner freno a las palabras, donde todo conecta y sale al exterior, donde uno encuentra el punto de partida. Donde uno se da a conocer. ¿El mejor momento para escribir? Cualquiera. Un día escuché unas sabias palabras que aconsejaban no esperar al momento perfecto, ese en el que tienes una mesa en condiciones, un ambiente adecuado, un boilígrafo estupendo, un papel escepcional y tú te encuentras relajado y sin ningún tipo de estrés. Nunca se dan esas condiciones. Ya lo anunciaba en alguna parte de este blog «los verdaderos escritores son aquellos que quieren escribir, necesitan escribir, tienen que escribir» haga frío, nieve, llueva o truene.

Ese lugar del que sólamente tú tienes conocimiento y acceso es el que te otorgará credibilidad y cercanía no sólo con los que puedan leerte sino para contigo mismo. Y esto es algo muy importante aunque muchos no lo vean así. En los escritos uno tiene que reconocerse. ¿Por qué? Por el simple hecho de salir de ti. Llegar a ese punto quizás no sea fácil, la única receta: escribir.

6 comentarios sobre “Ríos de tinta

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  1. Estaba deseando que llegase tu nuevo post y te lo agradezco mucho.
    Cuando te leo te reconozco, te conozco más y vuelvo a dar gracias por haberte conocido.
    También siento la nostalgia de volver a escribir, me provocan tus palabras y las que citas de Charles de Lint. Hace unos meses, leyendo un texto, me preguntaba ‘¿tengo verdaderos amigos?’. No recuerdo las palabras exactas, pero venía a decir que un verdadero amigo es aquél que te provoca, que te vuelve a despertar. Sin duda, tu amistad es auténtica. Esto también se reconoce leyéndote. Abrazo.

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    1. Me encante tu reflexión, se nota que te gusta escribir. Tiene una redacción muy poética y artística, por llamarlo de alguna forma. Yo no soy escritor, y conocer este tema desde ese punto de vista es realmente interesante :)

      Pero démosle la vuelta a la tortilla y veamos el asunto desde el punto de vista del receptor del mensaje que quieres transmitir. ¿Mejor escuchar o leer? El problema está en que vivimos en una sociedad de instantáneos: le doy al interruptor y se enciende la luz, marco el número y hablo, cojo el coche y en media hora estoy en la otra parte de la provincia, etc. Y muchos han perdido la paciencia y la calma en medio del ajetreo de la vida. Ya no son capaces de leer. ¿Por qué twitter tiene éxito? ¿Por qué se hacen películas de libros? Porque la gente no es capaz de mantener la atención más de unos pocos minutos, o unas pocas lineas. Y eso, a mi parecer, es un problema, pues ya Santa Teresa de Jesús, decía “la paciencia todo lo alcanza”. Pero por eso, quizás, hoy en día es más efectivo escuchar (y mirar) que leer. Necesitamos recuperar la paciencia.

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      1. ¡Mensajero! Me encanta que vengas a visitarme con tanta frecuencia. Curiosamente no ponía ese debate en mis palabras pero veo que te han suscitado eso. Pues contestaré que estoy de acuerdo; poca gente se para a «gastar» unos minutos en cultura. Gracias por tu comentario, saludos.

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    2. Bueno, bueno, bueno. ¿Y quién está deseando a rabiar que una tal Lydiux se disponga a coger valiente papel y bolígrafo? Fui yo la que empezó a leerte, luego pasé a escribir. El discípulo añora a su maestro. Nada más que añadir salvo un gran gracias por tus palabras y una respuesta afirmativa a la pregunta que lanzas (empezando por el gran Amigo).

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