Como el odio y el amor, estás en un bando o en otro. No se puede querer a dos amos, por algo se nos ha advertido desde hace tiempo.
Uno no tiene más libertad que otra persona o se siente más o menos libre según qué decida hacer con su vida. Uno tiene libertad o no la tiene. Uno posee amor o no lo posee. Uno atesora educación o no la atesora. Uno es responsable o no lo es. Aquí no hay medias tintas. Si juegas tienes que elegir en qué lado posicionarte porque de éste depende todo lo demás.
Y cuando digo todo lo demás, es todo lo demás: personas, estudios, lugares, trabajos… tu vida. Quizás lo que mejor resuma y describa la frase que titula esta nueva entrada sea la coherencia. Si uno decide ser buena persona tiene que llevar esta premisa hasta el final de sus días. Al igual que el que ha optado por llevar una vida sana, ha de saber decir que no a las muchas tentaciones que se le presente hasta que su vida diga basta. La carrera en la tierra está llena de decisiones; unas son minúsculas y no comprenden toda una vida pero la van construyendo; otras, determinan el modo de vivir de una persona en todos sus ámbitos. Y aquí no hay marcha atrás, a no ser que se haya errado el camino y se tenga que volver a empezar a elegir y, esta vez, bien.
O todo o nada. Sería un juego absurdo el pretender. Nadie sale ganando sino tú perdiendo. O todo o nada, aquí no cuentan los buenos deseos, se tiene que mover ficha y obrar en consecuencia. Los actos conducen al hábito y éste a la vida coherente. La sociedad de hoy en día pide a gritos que no haya tonalidades grises en las acciones de las personas, en sus pensamientos y deseos. Ahora quiero, ahora no me apetece. Para la justicia es comprensible que contemple las tonalidades grises, siempre hay matices que considerar; pero para conseguir un cambio radical, hacen falta personas que se decidan totalmente por a o por b. Quedarse en el medio obstaculiza a los demás y te paraliza a ti.
¿Vale la pena arriesgarse tanto?, ¿elegir todo y dejar la nada? Cuando uno conoce o entrevé que ese todo lleva a puerto seguro, no le importa dejar atrás la nada llena de egoísmos, poder, dinero, glorias y sinsabores. En ese caso vale la pena todo esfuerzo en elegir el todo, ser íntegro y arriesgarse a caminar por este mundo con todas las de la ley: mente, corazón y alma, todo en uno. Sin doble cara con los amigos, con los colegas del trabajo, con la familia, con Dios, con la pareja, con los hijos, con uno mismo, con los vecinos, con los conocidos y no tan conocidos. Sin doble cara con la vida. O todo o nada, tan simple pero tan profundo como esto.
He pensado y pensado sobre qué comentar a tu entrada. En parte estoy de a acuerdo y en parte no.
Las medias tintas no son buenas, «por no haber sido ni frío ni caliente…» pero por otro lado, no todo es sí o no. En ocasiones uno puede querer y sin embargo falla ¿por qué? no sé…
Uno desea darle todo al Señor y no por eso es ya un santo y vive al 100%, sin embargo el deseo es sincero. Aun siendo buenos tenemos una cierta inclinación a lo no tan bueno que nos impide el vivir a tope. No contar con ello puede generar grandes frustraciones. El hombre es un ser frágil, ya decía san Pablo que «el bien que quiero no lo hago» ¿qué diremos los demás? Pero Dios «conoce nuestra masa, se acuerda de que somos barro»…y a pesar de ello, con ansias de cielo, de dar el 100% y sin embargo. «Señor, ten piedad de mí, que soy un pecador».
U abrazo
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Buenas de nuevo, M.M de Jesús. Por supuesto no estoy pensando en ser cerrados y no dar cabida a los tropiezos que nos acompañarán cada día. La cuestión era recalcar que a lo que al ser humano corresponde es estar decidido a hacer el bien y en consecuencia ponerlo por obra. Está claro que por nuestras propias fuerzas nada podemos. Al menos está en nuestras manos querer y ser coherentes. Un abrazo virtual.
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