El título viene como anillo al dedo. De tres personas he recibido tres alegrías. De tres amigas he oído tres síes. Todas ellas conservan esa niña dulce en su interior.
En las tres historias personales hay una característica común: la alegría posterior. Profunda. Inmensa. Verdadera. Además, en la comunicación de esa alegría a otra persona, he sacado una conclusión: Los síes ajenos empujan a uno a decidirse, a preguntarse por su vida, a ser mejor.
Conmueve. No hay mejor palabra que describa lo bonito que es ver a tres personas, además de amigas, encaminar sus vidas con esa decisión. Los tres síes presentan sendas diferentes pero todas ellas llevan al mismo destino. Con sus síes apuestan por una vida comprometida con Dios, con los demás y con ellas mismas. Dejando de lado toda comodidad y egoísmo, para abrirse a la vida, al amor y a la entrega. Ese sí ha dado forma a sus vidas, les ha descubierto su sentido. Ahora ya nada ni nadie les hará dudar y todas las viviencias futuras sabrán cómo encaminarlas según su estado. Hay que ver cómo cambia la vida en apenas un segundo. Cuando se ha tomado la decisión, cuando se ha dicho un sí interno y se ha hecho público, todo parece transformarse. Y así es, la perspectiva con la que ahora se ve y vive cambia por completo su sentido. Le otorga su verdadero valor.
Cuando se reciben en primera persona tales alegrías, grandes historias con final feliz; cuando son los propios oídos lo que escuchan esas decisiones, que determinan sus vidas de una forma admirable; cuando uno tiene el privilegio de poder formar parte de esos síes, la vida también te cambia. Hay una responsabilidad de amigo detrás. El acto de comunicar una alegría o una preocupación no es más que hacer partícipe al otro para caminar juntos. De ahí que los síes ajenos interpelen a uno. No se puede quedar uno al margen, ni en la vida de ellos ni en la propia, hay que salir de uno mismo y dar la cara, atreverse con otro sí. Por gratitud para con ellos, y porque no hay nada mejor que podamos hacer que corresponder. Detrás hay amistad contruida poco a poco, con sus más y sus menos; hay respeto por las circunstancias que envuelven al otro, sus pensamientos y modos de ser; y hay experiencias vividas marcadas por encuentros personales que han acercado a cada uno al otro.
Cuando ves personas que se deciden a comprometer sus vidas, no te sale decir otra cosa que un gran gracias. Gracias por hacer ver a gente como yo que es posible, que se puede vivir ese camino. Cuando sabes y compruebas que esa persona que ha dicho el sí más grande de su vida, es feliz y derrocha alegría, un calambre de orgullo y satisfación recorre todo tu cuerpo y tu cara no deja de esbozar una sonrisa.
M.M. de Jesús, gracias por la visita y por dejar huella. Has puesto en mayúsculas lo más importante y a lo que hacía alusión en esta «bella» entrada. Me alegra que te haya parecido así. Estoy contigo, hay que pronunciar ese Sí para empezar a vivir como toca (como está escrito en cada uno de nosotros). Un saludo y espero seguir leyéndote por aquí.
Me gustaMe gusta
Qué bella la entrada y todo lo que se desprende de ella.
Todo el mundo debe decir su Sí en un momento u otro, si no, la vida nunca es plena.
Un saludo.
Me gustaLe gusta a 1 persona