Y me pregunto por qué

Miro en todos las direcciones y siempre encuentro lo mismo. Personas. Visito diferentes lugares y siempre descubro a los mismos protagonistas. Personas. El mundo está habitado por personas, pero cada vez, paradójicamente, es menos humano. Me pregunto por qué. Enseguida vienen a la mente un torbellino de ideas y todas ellas reflejadas en la sociedad que vivimos. Tecnologías. Postmodernismo. Relatividad.

En cuanto dejamos de entender al hombre, de estudiarlo y profundizar en su naturaleza, perdemos el rumbo. Así nos va y así se nos ve. Al observar las fotos que conmemoraron el 2013, no salía de mi asombro. Cuánta destrucción de hogares, de vidas, de futuros. Abundaban más las fotos de catástrofes que de hechos importantes acometidos por las personas. Siempre me ha gustado palpar los contrastes de la vida en diferentes partes del mundo. Ver qué diferentes somos pero a la vez qué iguales en nuestras inquietudes. Al repasar cada imagen de aquel reportaje, miraba esos contrastes con tristeza, pues son reflejo de cómo nos tratamos los unos a los otros. Cuesta creer que seamos capaces de realizar acciones llenas de tanto odio, rencor y desamor.

A su vez, esas imágenes me enseñaron. Me pusieron en alerta y, además, me incitaron a realizar un cambio. Me enseñaron a profundizar en los conflictos, preocupándome del porqué se llega a ellos. Me alertaron, uno no puede decir de este agua no beberé. Somo humanos, tenemos una tendencia por naturaleza que nos tira para abajo. Me incitaron a salir al encuentro. Relaciones personales. Hay poco que podamos hacer internacionalmente para cambiar los ritmos de la vida, pero no todo está dicho en nuestra parcela. Ahí cada uno decide. Qué y quién tienes delante y qué haces por ellos. He leído últimamente muchos artículos sobre la falta de humanismo, de realidad humana, de reflejos de humanidad en la sociedad. Pocos gestos se perciben hoy en día pero los hay.

Qué nos pasa. Parece que estemos atontados. Lo único que nos importa es lo que podemos conseguir por menos dinero, sacrificio y horas. Cuando perdemos todo aquello nos comportamos casi como cuando muere un ser querido. Así son las cosas, que las llegamos a comparar con las personas. Nos relacionamos con ellas, las amamos y morimos por ellas. Y me pregunto por qué el hombre ya no atrae. Por qué no suscita admiración. Por qué no se le quiere. Cuando se empieza a quitar de en medio a la persona por miedo o por mero capricho, es porque no se tiene puesta la esperanza en el hombre. Sí, hablo del aborto. Unos por miedo a perder sus vidas, su reputación; o por no querer enfrentarse, por amor, a otra realidad en sus vidas. Otros por mero capricho, queriendo más la emoción, el disfrute que el fruto; o porque piensan que «eso» que tienen dentro no es más que «eso» y por tanto, sin valor… Y claro, para qué poseer algo sin valor. Volvamos a lo sencillo, a las bases.

Hablamos de futuro, de cambio pero lo hacemos desde un punto equivocado. Se pueden realizar versiones mejores partiendo de la base pero nunca modificándola o cambiándola por otra. Hemos perdido el hilo a la esencia de todo. Al menos, el mundo aún respira, late, ríe y sonríe a la vida; porque mientras haya hombres en la tierra, hay esperanza.

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