El pasado mes de septiembre fue un mes especial, digamos diferente. Cuando hablamos de diferente es inevitable asociarlo a cualquier cosa de la cual no estamos acostumbrados. A eso mismo me refiero cuando utilizo la palabra «diferente».
Lo diferente fue las múltiples ocasiones de encuentros con diversas personas en apenas treinta días. El denominador común: la acogida de tales personas. Están ahí cuando uno llama a la puerta. Es admirable y conmovedor comprobarlo y más si es en primera persona.
‘You’ll never walk alone’ reza la famosa canción de los Reds y así ocurre en la vida misma. Si uno se curra las relaciones personales puede comprobarlo por si mismo. Cierto es que muchas veces recibimos pequeños milagros de personas que llaman a la puerta sin esperarlo.
Entonces, decía, un mes diferente cargado de encuentros con personas amigas, conocidas y con las que se ha convivido. Tiempo para «despedidas», palabras acogedoras y regalos prácticos, curiosos e inesperados. Todo ello compartiendo un mismo deseo, momento y lugar.
Hoy, como es once de mes, todo esto me ha llevado a pensar en un arma que tenemos todas las personas que formamos parte de la Iglesia. Hablo de la comunión de los santos. Quizás muchos ignoréis su significado pero os admiraríais de sus frutos. El canto del Liverpool es algo parecido. Allá donde vayas, nunca estarás solo. Allá donde trabajes siempre tendrás el apoyo y oración de los tuyos y de la gran familia de la Iglesia. Allá donde vayas, siéntete como en casa porque no caminas solo sino acompañado del cariño y apoyo de muchas personas alrededor del mundo.
El Señor de los Anillos, Harry Potter… son muestras claras. Frodo Bolsón y Harry Potter solos ante una gran misión, solos ante el mal, solos aparentemente. Bien sabéis que no caminan en la soledad, con ellos van una comunidad y dos buenos amigos. Y en ambos casos, un guía por antonomasia: Gandalf y Dumbledore, como los católicos con Jesús.
Tu turno