Cuando uno se sumerge en un proyecto olvida el paso del tiempo además del de las estaciones. Puede que amanezca con la sensación de estar en pleno otoño y después salir a la calle con todo mojado y ver el día con su correspondiente mes en el reloj percatándose que ya es invierno. Sumergirse a tiempo completo por una causa puede ser un enemigo a tener en cuenta. Pasar los días sin apenas notar diferencia entre unos y otros, hace perder la noción de la propia existencia y dudar de la de los demás.
Obviamente estoy exagerando, aunque no viene mal pararse a reflexionar sobre la cabezonería que tenemos las personas cuando nos empeñamos en o con algo. De repente, todo es en relación con ese proyecto, todo se supedita al proyecto: la rutina, las personas, las obligaciones, los deberes y derechos. Hasta, cabe decir, los gustos y apetencias se lo piensan dos veces antes de salir a escena. El proyecto va antes, pase lo que pase.
Y está bien que el hombre tenga algo en que meter cabeza. Estamos hechos para realizar cosas bellas, colaborando con el Creador (Jefe, para los amigos) para mejorar y dar un toque personal al mundo con nuestras manos e inteligencia. Lo único que hay que considerar es en qué medida aquéllo va a ocupar las 24 horas de nuestro día. Porque hay veces que, sin darnos cuenta muchas de ellas, acabamos viviendo cuatro estaciones en un día por la intensidad y por las horas dedicadas a un trabajo, una tarea o un proyecto que bien podría delegarse a otros o compartir con colegas de trabajo o de fatigas.
Perder la noción del tiempo es una frase muy bonita cuando la decimos a una persona para hacerle notar lo bien que estamos con ella; pero nada más lejos de eso, uno si pierde la noción del tiempo está perdido. Es verdad que las horas, los minutos y segundos los ha «inventado» el hombre para cuadrar su vida y vivir en un orden más o menos equilibrado. Así pues, si resulta que llenamos esas 24 horas de una misma cosa que haga olvidar esas horas, minutos y segundos estamos en un desorden que malogra el equilibrio de nuestra vida.
Tu turno