Viernes, 11 de enero de 2013
Buenos días, tardes, noches querido tú.
¿Alguna vez te han escrito o se han dirigido especialmente a ti? Como sé que no son buenos tiempos para la lírica (espero equivocarme), esta entrada va para ti.
Llevo un tiempo queriéndolo hacer, y ahora más que nunca, porque vuelve a ser once, han pasado dos meses desde aquel once de octubre. He estado pensando qué quedará de él en ti. Sesenta días son demasiados para mantener el nivel alto y no desviarse del camino trazado. Quizás me des una sorpresa y resulta que no has caminado solo; a lo que me recuerdas este famoso pensamiento de «no es bueno que el hombre esté solo«. Por esa misma razón te escribo.
Hace no muchos años me encontré con una persona, digamos, especial. Decía que me conocía desde hace tiempo, pero yo no lograba hallar nada familiar en él. Fue una pena porque le debí dejar triste, no supe cómo mejorar aquella situación salvo pedirle que se quedara conmigo un rato a pasear y hablar. ¡Es increíble cómo una persona puede calar tanto en ti en tan poco tiempo! Tuve miedo al principio porque aquello era nuevo para mí, ¡un amigo de verdad!, de esos que te escuchan y preocupan hasta el final, esos que darían la vida por ti y lo volverían hacer cueste lo que cueste.
No contento con ese paseo, me invitó a seguir haciéndolo todos los días a la hora que yo quisiera, porque él siempre iba a estar disponible.
Y poco a poco me acostumbré a su presencia, mi vida había incorporado un personaje más. No dejaba de pensar en él, qué era lo que le gustaba de mí o qué esperaba de nuestra amistad. La verdad es que estaba encantada por poder hablarle de todo sin pasar vergüenza al tratar algún tema delicado. Despedirnos era siempre como apagarse la luz, ese momento con él abría un horizonte nuevo a mis ojos. Reconozco que muchas veces fui egoísta al no preguntarle por él, cómo estaba y qué necesitaba de mí. Me contó que había sufrido mucho hace tiempo pero que el amor que puso al sufrir aquello le palió el dolor. Me pregunto qué le habrá pasado… Y no pienses que no se lo he preguntado… ¡Cada día! y él no hace más que responderme «conóceme, léeme, escúchame, háblame y luego, haz tú lo mismo».
Recordando esto último ahora que ha pasado tiempo, puedo decirte que su historia es muy dura pero si hay algo de lo que he aprendido estando con él, es que siempre hay que apostar por lo bueno, luchar por lo auténtico, amar la verdad y caminar hacia ella. Qué gracia, me viene a la mente uno de sus comentarios en el que me decía que él es todo un experto en eso pero que le costaba sudor, sangre y lágrimas conseguirlo porque las personas a las que se hace el encontradizo no abren sus oídos.
En fin, no te he dicho cómo se llama… Es fácil de recordar, se llama Jesús.
Y ahora me vienen a la cabeza estas palabras del Papa:
…el fundamento de la fe cristiana es el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva.»
Tu turno