Ser maestro significa estar en posesión de los medios conducentes a la transmisión de una civilización y una cultura; significa construir, en el espíritu y la inteligencia del niño, el panorama cultural necesario para capacitar su ser en el nivel social contemporáneo y, a la vez, estimular todo lo que en el alma infantil haya de bello, de bueno, de aspiración a la total realización. Doble tarea, pues: la de instruir, educar, y la de dar alas a los anhelos que existen, embrionarios, en toda conciencia naciente. El maestro tiende hasta la inteligencia, hacia el espíritu y finalmente, hacia la esencia moral que reposa en el ser humano. Enseña aquello que es exterior al niño; pero debe cumplir asimismo el hondo viaje hacia el interior de ese espíritu y regresar de él trayendo, para maravilla de los ojos de su educando, la noción de bondad y la noción de belleza: ética y estética, elementos esenciales de la condición humana.” Julio F. Cortázar
Desconocemos el valor del maestro. Es, pasados los años de colegio o instituto, cuando nos percatamos de ellos (unos pocos despiertan en la universidad) . Íbamos a un edificio dividido en pisos, éstos, tenían aulas y éstas, pupitres para nosotros.
En ese edificio había gente de todo tipo, condición y edad. Allí también jugábamos, incluso llorábamos y enfadábamos; pero prácticamente íbamos a jugar, a estar con nuestros amigos y de paso, aprender algo.
Son tiempos felices para la infancia y recién estrenada adolescencia. Es una etapa que hay que pasar y forma parte de nuestro currículum académico. ¿Pero era sólo un edificio donde entrar y salir las veces que se quería? ¿Sólo era gente que pasaba por allí?
He aquí la diferencia. Colegio, profesor, escuela, maestra… Son palabras mayores, provocan y evocan momentos, pensamientos, alegrías, logros, dificultades, confianza. En un clima de confianza se puede lograr todo lo que nos comenta el señor Cortázar. Sólo cuando se enseña con fe (confianza) lo que se cree, se abre el camino al aprendizaje, al desarrollo personal, al conocimiento auténtico y bello de la vida, y lo más importante, da sentido a formarse y estudiar en un edificio llamado colegio, instituto o facultad.
Estas últimas palabras no tendrían valor si con ellas no aparecieran a su lado otras como profesor, maestro. Son éstos lo que hacen que lo vivido, escuchado y hablado en aquellas inocentes cuatro paredes, se refleje en lo que ahora somos, en lo que queremos crecer profesionalmente, en los valores por los que nos movemos.
Un profesor es de las personas que más escuchas en tu vida, si ha habido uno al menos que te dijera las cosas como son y haya apostado por ti, y no sólo por ti, por el grupo, he aquí la repercusión social y humana necesaria para un cambio en el sistema educativo.
Tu turno