Pretendemos llegar a todo, batir récords, sin ningún límite. Queremos dominar la ciencia, la vida, el ser humano, el tiempo… Esto no se puede conseguir, nos pilota un experto.
Nosotros aunque nos propusiéramos acabar con todos los relojes del mundo, no lograríamos matar al tiempo. No podemos controlar la vida, ni alterarla.
Por mucho que nos empeñemos, por más que avancemos en tecnología y ciencia, al final se llega lejos pero no cerca del principio del comienzo.
Les resultará frustrante a aquellos que ponen miles de millones de euros en un proyecto, además de tiempo y de sacrificios personales, familiares y sociales a costa de llegar donde nunca nadie lo haya hecho. Todos los esfuerzos son en vano si lo que se quiere es decidir el transcurso de la vida de una persona, si se quiere un bebé con determinadas características.
Un reloj roto no lo quiere nadie, uno que le falle la pila aún, porque se cambia y sigue funcionando. Lo mismo ocurre con la vida de ciertas personas. Un discapacitado por no ser una persona completa (dicen), no lo quiere nadie, una persona sin discapacidad pero no a gusto con su identidad aún, porque se cambia de sexo y sigue siendo persona. Y de todo esto hay unos cuantos ejemplos más.
Se está desviando el sentido de las cosas que se nos han dado (y regalado) por otro que nos (les) conviene más. Todo es mucho más sencillo, un reloj está para dar la hora y establecer un orden en nuestra vida; de nada serviría que le adelantáramos o atrasásemos la hora a nuestro gusto por el placer de sentir el control de todo.
Existe una ley interna que hace ser como es a todo cuanto existe, respetando ésta, todos contentos. En el momento que uno se atreve a modificar la esencia de todo, hemos entrado en una espiral con difícil salida. Si preguntásemos al experto…
Uno, dos y tres volver a empezar 
Tu turno