El diario de Ana Frank tiene un encanto especial porque ella lo tenía. Es admirable la personalidad formada con apenas trece años, lo profunda que se mostraba en sus reflexiones sobre la vida en la clandestinidad, la relación con sus padres, su hermana, con los nuevos inquilinos y con Peter, su amigo especial. Al final de su lectura es cuando se ve la madurez de Ana en temas de gran importancia, y ahí, siempre mostrándose clara, sencilla y segura.
Éstos son algunos de los textos más significativos…
Martes, 13 de junio de 1944
“Querida Kitty,
(…) La noche oscura y lluviosa, la tormenta, las nubes que pasaban apresuradas, me cautivaron; después de año y medio, era la primera vez que veía a la noche cara a cara. Después de ese momento, mis deseos de volver a ver la noche superaron mi miedo a los ladrones, a la casa a oscuras y llena de ratas y a los robos. (…) A mucha gente le gusta la Naturaleza, muchos duermen alguna que otra vez a la intemperie, muchos de los que están en cárceles y hospitales no ven el día en que puedan volver a disfrutar libremente de la Naturaleza, pero son pocos los que, como nosotros, están tan separados y aislados de la cosa que desean, y que es igual para ricos que para pobres. No es ninguna fantasía cuando digo que ver el cielo, las nubes, la luna y las estrellas me dan paciencia y me tranquiliza (…) la Naturaleza me empequeñece y me prepara para recibir cualquier golpe con valentía. (…) ¡La Naturaleza es lo único que realmente no admite sucedáneos!”
Jueves, 6 de julio de 1944
“(…) ¿Cómo puedo hacerle ver que lo que parece fácil y bonito, hará que caiga en un abismo, en el que ya no habrá amigos, ni ayuda, ni ninguna cosa bonita, un abismo del que es prácticamente imposible salir? Todos vivimos sin saber por qué ni para qué, todos vivimos con la mirada puesta en la felicidad, todos vivimos vidas diferentes y sin embargo iguales. A los tres nos han educado en un buen ambiente, podemos estudiar, tenemos la posibilidad de llegar a ser algo en la vida, tenemos motivos suficientes para pensar que llegaremos a ser felices, pero… nos lo tendremos que ganar a pulso. Y eso es algo que no se consigue con facilidad. Ganarse la felicidad implica trabajar para conseguirla, y hacer el bien y no especular ni ser un holgazán. La holgazanería podrá parecer atractiva, pero la satisfacción sólo la da el trabajo. No comprendo a la gente a la que no le gusta el trabajo, (…) me duele cada vez que noto lo abandonado, lo despreciativo y lo pobre de espíritu que es. Las personas que tienen una religión deberían estar contentas, porque no a todos les es dado creer en cosas sobrenaturales. Ni siquiera hace falta tenerle miedo a los castigos que pueda haber después de la muerte; el purgatorio, el infierno y el cielo son cosas que a muchos les cuesta imaginarse, pero sin embargo el tener una religión, no importa de qué tipo, hace que el hombre siga por el buen camino. No se trata del miedo a Dios, sino de mantener alto el propio honor y la conciencia. ¡Qué hermoso y bueno sería que todas las personas, antes de cerrar los ojos para dormir, pasaran revista a todos los acontecimientos del día y analizaran las cosas buenas y malas que han cometido! Sin darte casi cuenta, cada día intentas mejorar y superarte desde el principio, y lo más probable es que al cabo de algún tiempo consigas bastante. (…) ¡Una conciencia tranquila te hace sentir fuerte!”
Sábado, 15 de julio de 1944
“Ahí está lo difícil de estos tiempos: la terrible realidad ataca y aniquila totalmente los ideales, los sueños y las esperanzas en cuanto se presentan. Es un milagro que todavía no haya renunciado a todas mis esperanzas, porque parecen absurdas e irrealizables. Sin embargo, sigo aferrándome a ellas, pese a todo, porque sigo creyendo en la bondad interna de los hombres. Me es absolutamente imposible construir cualquier cosa sobre la base de la muerte, la desgracia y la confusión. Veo cómo el mundo se va convirtiendo poco a poco en un desierto, oigo cada vez más fuerte el trueno que se avecina y que nos matará, comparto el dolor de millones de personas, y sin embargo, cuando me pongo a mirar el cielo, pienso que todo cambiará para bien, que esta crueldad también acabará, que la paz y la tranquilidad volverán a reinar en el orden mundial. Mientras tanto tendré que mantener bien altos mis ideales, tal vez en los tiempos venideros aún se puedan llevar a la práctica…”
Tu Ana M. Frank