¿Cuestión de suerte? No lo sé… ¿Tocada por un ángel? Quizás…
Ocurrió. Llegó por fin. Un famoso 14, martes, del mes de febrero. Un día par, soleado, en el mes que me vio nacer.
Pequeños detalles que juntos forman una verdadera historia llena de amor. No quiero vender simples palabras de una historia común a todas, porque no lo es.
La vida sonríe siempre, el problema es que no sabemos encontrarle la cara sonriente. Nos empeñamos en mirarla desde nuestra propia perspectiva, sin oportunidad de virar unos grados más a izquierda o derecha, sin permitirnos dar un paso atrás o adelante. Nos empeñamos o nos hacen empeñarnos.
La vida está hecha para personas arriesgadas, audaces, que no se contentan con hacer cosas aisladas, sino una detrás de otra que formen una obra maestra en sus vidas.
Quien no esté dispuesto a sufrir, que se despida de esta trepidante carrera, que pase el dorsal a otro y se ponga a esperar sentado.
Es verdad que una persona hace cuanto está de su mano, y más si hay alguien detrás que le impulsa a ello. Otras veces, es la vida misma quien empuja, que pide que se le dé esto o aquello…Y de este modo ha empezado esta historia, todo ocurrió así. Detrás de un trabajo, la oportunidad de retomar aquello que se tenía olvidado, y después de esto, sumergirse en un sinfín de nuevos retos, experiencias, vivencias…
¿Quién se puede resistir a una vida que te hace dar lo mejor de ti día tras día, sólo y cuando tú has decidido dar ese costoso paso? Empezar a trabajar y encontrarse como pez en el agua. Trabajar y sonreír, trabajar y ser independiente, trabajar y rodearse de buena gente, trabajar y encontrarse.
La vida está hecha para vivirla, para crecer en ella, para trabajarla… un 14, un 29, ¡o un 32!
Tu turno